En el aeropuerto, minutos antes de embarcar hacia Rotterdam.
En Zwolle, a noventa minutos de tren de Rotterdam, llueve aguanieve y a las 18.30 de un día de invierno los lugareños sienten que se cierra la noche al mismo tiempo que se abre la fiesta en el
irish pub Sally-Obriens (www.sally-obriens.nl) donde -en espacios diferentes- se mezclan niños y adultos como un coro de voces (blancas-negras) semejando un tablero de ajedrez. Pedimos comida holandesa sin traducción en la carta y la aventura resulta sabrosa. El ruido va en aumento. No está permitido fumar aunque sí cantar, y beber en abundancia algo que- afortunadamente- sólo afecta al que alza su copa. Después de doce horas de viaje en diversos transportes y conexiones nos aproximamos a nuestra meta...
Dentro de una hora presenciaremos el Mesias de Haendel -aquí The Messiah of Haendel- en interpretación tradicional de la Orquesta y el Coro Bach de los Paises Bajos donde la sirena toca el violín (lo que da sentido a nuestro viaje).
De esta mañana recuerdo dos impactos estéticos desde el avión, asiento 27 E, ventanilla: con sol, los coches aparcados en una explanada parecían cascotes de vidrios rotos a contraluz. Más tarde, nieve en polvo, algodonosa y virgen que en el cielo nadie osaba pisar y cuyo silencio sólo rompía el Vueling UY1960. ¡Es la hora! me voy al concierto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario