Uno de los amigos de la sirena es un afamado masajista tailandés al que conocí ayer tras el concierto en De Doelen. Según ella, estar en Rotterdam y no visitar a Dopey (www.i-lotus.nl) es imperdonable, así que este mediodía he tomado el tren y me he alejado seis kilómetros de la estación central para acceder a la sala de torturas ¡perdón! salón de de moxa, aceites, ventosas, acupuntura, shiatsu y un largo etc.
Acostumbrada como estoy a vivir en mi cabeza, abandonado mi cuerpo a un cuidado de mínimos puritanos -higiénicos exentos de hedonismo- la experiencia con Dopey ha sido cuando menos placentera.
Tumbada boca abajo -respirando por un escueto agujerillo- Dopey se ha dedicado a meter su codo, dedos y mullidas manos por los infinitos recobecos de mi cuerpo insensibles al comienzo, dormidos (casi anestesiados de conciencia) para ir despertando poco a poco al dolor (tensión agazapada en cada célula) calor, picor, relajación y placer en sucesivas oleadas de masajes apoyados en aceites esenciales que el propio Dopey trae cada vez que viaja a Tailandia. También me ha regalado algunos consejos sobre el mantenimiento de mi salud, actitud y "asignaturas pendientes de esta u otras vidas". Ciertamente un personaje curioso y sabio que habla poco, observa y siente mucho. Si le preguntas, te facilita la información que necesitas. No más, no menos.
Para mi vesícula biliar -al parecer un poco maltrecha- me ha recomendado tomar infusiones de barba de maíz, un remedio propio de la ancestral medicina oriental tailandesa. Salgo a comprarlas a la tienda biológica más cercana. Barba de maíz, oh my god! Como dicen aquí cuando algo resultada divertido-sorprendente.
Acostumbrada como estoy a vivir en mi cabeza, abandonado mi cuerpo a un cuidado de mínimos puritanos -higiénicos exentos de hedonismo- la experiencia con Dopey ha sido cuando menos placentera.
Tumbada boca abajo -respirando por un escueto agujerillo- Dopey se ha dedicado a meter su codo, dedos y mullidas manos por los infinitos recobecos de mi cuerpo insensibles al comienzo, dormidos (casi anestesiados de conciencia) para ir despertando poco a poco al dolor (tensión agazapada en cada célula) calor, picor, relajación y placer en sucesivas oleadas de masajes apoyados en aceites esenciales que el propio Dopey trae cada vez que viaja a Tailandia. También me ha regalado algunos consejos sobre el mantenimiento de mi salud, actitud y "asignaturas pendientes de esta u otras vidas". Ciertamente un personaje curioso y sabio que habla poco, observa y siente mucho. Si le preguntas, te facilita la información que necesitas. No más, no menos.
Para mi vesícula biliar -al parecer un poco maltrecha- me ha recomendado tomar infusiones de barba de maíz, un remedio propio de la ancestral medicina oriental tailandesa. Salgo a comprarlas a la tienda biológica más cercana. Barba de maíz, oh my god! Como dicen aquí cuando algo resultada divertido-sorprendente.
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