jueves, 2 de diciembre de 2010

Oh my God!

Uno de los amigos de la sirena es un afamado masajista tailandés al que conocí ayer tras el concierto en De Doelen. Según ella, estar en Rotterdam y no visitar a Dopey (www.i-lotus.nl) es imperdonable, así que este mediodía he tomado el tren y me he alejado seis kilómetros de la estación central para acceder a la sala de torturas ¡perdón! salón de de moxa, aceites, ventosas, acupuntura, shiatsu y un largo etc.

Acostumbrada como estoy a vivir en mi cabeza, abandonado mi cuerpo a un cuidado de mínimos puritanos -higiénicos exentos de hedonismo- la experiencia con Dopey ha sido cuando menos placentera.

Tumbada boca abajo -respirando por un escueto agujerillo- Dopey se ha dedicado a meter su codo, dedos y mullidas manos por los infinitos recobecos de mi cuerpo insensibles al comienzo, dormidos (casi anestesiados de conciencia) para ir despertando poco a poco al dolor (tensión agazapada en cada célula) calor, picor, relajación y placer en sucesivas oleadas de masajes apoyados en aceites esenciales que el propio Dopey trae cada vez que viaja a Tailandia. También me ha regalado algunos consejos sobre el mantenimiento de mi salud, actitud y "asignaturas pendientes de esta u otras vidas". Ciertamente un personaje curioso y sabio que habla poco, observa y siente mucho. Si le preguntas, te facilita la información que necesitas. No más, no menos.

Para mi vesícula biliar -al parecer un poco maltrecha- me ha recomendado tomar infusiones de barba de maíz, un remedio propio de la ancestral medicina oriental tailandesa. Salgo a comprarlas a la tienda biológica más cercana. Barba de maíz, oh my god! Como dicen aquí cuando algo resultada divertido-sorprendente.

No hay comentarios: